lunes, 5 de marzo de 2012

Un mal comienzo

Abrí mis ojos y proteste. No quería volver a esa jaula de hipopótamos donde todos se pelean, gritan. Y hace calor como si estuviéramos en un desierto. Te retan por cada gesto que haces, porque respiras mucho o respiras poco.
 Es obligatorio pero hace falta escribir siempre lo mismo, que las pautas, que los horarios. Siempre es lo mismo. Lo único que agradezco es estar con mis amigos, poder contarnos todo lo que paso este verano, y reír juntos. También agradezco la voluntad de mis domadores al querer enseñarles a estos hipopótamos indomables.
 Al llegar me encontré con zombies como yo. Estábamos invadiendo la esquina queríamos cerebros para desayunar y ya nadie lo tenia. Entre a la jaula y me di cuenta que estaba entrando a un lugar sin salida después de pisar la jaula ya estaba acabada. Me banqué dos horas seguidas un domador que nos trataba como ponis. En el descanso salieron todos los animales desaforados por alimento o por descargar en el chiquero. Yo mantuve mi calma y camine hasta llegar a un punto donde no había nadie, hasta que las bestias subieron y invadieron todo el espacio.
 Toco el timbre de salida y los domadores nos hicieron formar una fila como si no supiéramos bajar unas escaleritas. Al bajar fue hermoso el viento en la cara pero odioso el camino hacia el zoológico.
                                   
 Agradezco que estos años en la jaula me ayudaron a conseguir amigos pandas, gorilas y mapaches. Y que los domadores me han enseñado todo lo que aprendí.

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